jueves, 14 de abril de 2011

Las estrellas que hablaron por sí solas.

Acto I

Nunca volver.

Intento voltear la mirada, cuando derrepente siento una cachetada invisible en el rostro, duele, a pesar que nadie me toca, puedo imaginame quién desearía hacerlo, es cuando la marca roja se expande y hormiguea.

Suspiros como eco en las montañas, gélidos y a merced de un aire agresivo.

Pareciera que envejecí 5 años, me siento pesada y cada vez descubro nuevos lunares y arrugas en el cuerpo, quizás se me fué un poco la vida, como una bocanada de mi último pastel.



Acto II

En algún momento escuché a alguien decir que, cuando trabajas te vuelves zombie, últimamente no me he vuelto zombie, más bien estoy seca de ideales, de ambiciones, de promesas y descabelladas aventuras, palabras quemadas por un sonido tan fuerte que apenas se distinguen entre la multitud.

Actualmente vivo la aventura de un amor distorsionado y enfermo como los que a mi me gustan, pero como siempre, termina en tragedia, levanto mi último aliento y me aviento por un precipicio que puede durar meses, hasta ver florecer un campo lleno de ilusiones que me encuentre por allí de nuevo, un buen mozo dándome la bienvenida y cada vez dejándome de creer en cuentos , aceptando y creyendo que será la última de mi vida.

¿Acaso esa no es la vida? No, decepción no, más bien experiencia y materializar los sueños, cosa que es algo difícil.



Acto III

¡Tráiganme una cerveza y a mi amante por favor!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mátame lentamente